Treinta y tres años sin Borges
Por: Andrea Alejandra Villegas
Ontologías fantásticas, genealogías sincrónicas, gramáticas utópicas, geografías novelescas, múltiples historias universales, bestiarios lógicos, éticas narrativas, matemáticas imaginarias, dramas teológicos, invenciones geométricas y recuerdos inventados son parte del inmenso registro que Borges inmortalizó en su obra.
Además de plasmar una obra sólida y compleja, el escritor cedió un un mandato que sigue ocupando la centralidad de la literatura trasandina. Borges, es para los estudiosos como para el lector no especializado.
Concebía la filosofía como perplejidad, es decir, el pensamiento visto como conjetura, y la poesía, vista como la forma suprema de la racionalidad.
Borges llevó la ficción al rango de fantasía filosófica y degradó la metafísica y la teología a mera ficción. Los temas y motivos de sus textos son recurrentes y obsesivos: el tiempo es circular, ilusorio o inconcebible; lo cual se vincula con una alegoría mental, mediante una imaginación razonada muy cercana a lo metafísico.
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Su formación se dio gracias a que su padre poseía una biblioteca personal muy basta; la Enciclopedia Británica, fu muy importante para el desarrollo de su intelectualidad, ya que gracias a los volúmenes que poseía esta enciclopedia, Borges aprendió geografía, historia, filosofía, arte, literatura y biografías.
Murió de un enfisema pulmonar el 14 de junio de 1986, tres días después de mudarse a su nuevo apartamento en la ciudad suiza que le vio crecer y confesándose infeliz.
“He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz”.
Jorge Luis Borges, actualmente es considerado una de las grandes figuras de la literatura hispanohablante del siglo XX, su obra sigue vigente, y es motivo de numerosos estudios por parte de los literatos, quienes siguen descubriendo senderos bifurcados en el jardín de su legado.