108 años del robo de la pintura más famosa: La Mona Lisa

A principios del siglo XX, la Gioconda aún era una más entre la infinidad de obras de arte que abarrotaban el Louvre.

Los directivos del museo –como los de todos los del mundo por aquel entonces– demostraban mayor preocupación por acumular y exhibir los tesoros nacionales de su país que por conservarlos y protegerlos adecuadamente.

El Museo de Louvre tenía un sistema de seguridad bastante pobre y muy pocos vigilantes. Tanto era así, que un lunes 21 de agosto de 1911, el día de la semana en el que el museo se cerraba al público, “alguien” consiguió entrar y llevarse escondido bajo su ropa el cuadro de Leonardo da Vinci.

La noticia del robo saltó rápidamente a la prensa y pasó a convertirse en todo un fenómeno mediático. Las multitudes empezaron a visitar el museo solo para ver el hueco vacío que había dejado en la pared.

La Gioconda estaba en boca de todos, a pesar de que nadie podía verla.

Uno de los primeros sospechosos del robo fue Pablo Picasso, porque tenía en su casa dos esculturas escondidas en un armario en cuya base podía leerse “Propiedad del Museo del Louvre.

Incluso el poeta Guillaume Apollinaire pasó una semana en prisión, pero ni uno ni otro habían sido los responsables.

Al final el autor del robo resultó ser Vincenzo Peruggia, un italiano que había trabajado en el Louvre en 1910 instalando la puerta de vidrio que protegía a Mona Lisa. Tenía el uniforme blanco de los empleados del Louvre, por lo que podía entrar y salir del museo sin llamar la atención, y sabía cómo estaba fijada la pintura en el marco. Sin mayor complicación, se llevó el cuadro a su casa y allí permaneció durante más de dos años.

Devuelto en cuanto se consiguió el cuadro, la Mona Lisa es ahora la pintura más famosa del mundo, y no precisamente por su autor, o por su sonrisa, si no por el robo de esta misma.