Ricardo Castro, figura clave entre los pianistas del siglo XIX
Ciudad de México.- Su aspecto lánguido y romántico atraía multitudes, al igual que hoy lo hacen cantantes y músicos de diversos estilos; en su época se formaban largas filas, sobre todo de mujeres, para escuchar a Ricardo Castro tocar el piano.
Considerado el último romántico del porfiriato, también fue de los primeros artistas en realizar giras artísticas por toda la República Mexicana, transportando en tren el piano que le regaló el director del periódico El Imparcial; además de presentarse en escenarios de Estados Unidos y Europa, alternaba sus recitales con cursos y conferencias magistrales en los conservatorios de París, Berlín, Londres, Bruselas, Roma, Milán y Leipzig.
Sus dotes para tocar el piano hicieron que la familia se trasladara a la Ciudad de México, donde ingresó a los 13 años al Conservatorio Nacional de Música (CNM), del que años más tarde se convertiría en el sexto director.
Valses, polonesas, mazurkas, ópera, música de cámara, sinfonías, un concierto para violonchelo y orquesta, el cual fue estrenado en Amberes, Bélgica, así como un concierto para piano y orquesta, el primero escrito en América Latina, son entre otras las obras del compositor Ricardo Castro.
El vals Capricho, las óperas Atzimba, La leyenda de Rudel, Don Juan de Austria, Satán vencido, El beso de la Rousalka, son algunas de sus obras.
Su obra tiene influencia de la música clásica francesa y de su admirado Federico Chopin, aunque no son copias, no se repite a sí mismo, afirmó la especialista Aurea Maya, del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de la Música (Cenidim). A su vez, Castro influyó en compositores como Manuel M. Ponce.
Ricardo Rafael de la Santísima Trinidad Castro Herrera nació el 7 de febrero de 1864 en la Hacienda de Santa Bárbara, municipio de Nazas, Durango, y falleció a los 43 años de edad.
Hijo del diputado federal Vicente Castro y la señora María de Jesús Herrera, Ricardo fue inscrito a los seis años en clases de música con el maestro Pedro H. Cisneros.
Juan Salvatierra y Julio Ituarte fueron sus maestros de piano y Melesio Morales de armonía y composición. Concluyó en la mitad del tiempo el programa de estudios de 10 años en el CNM e inició su carrera como concertista y compositor aún antes de concluir.
A los 16 años ganó un premio como pianista en la Exposición de Querétaro y otro como compositor en la Exposición de Veracruz. A los 19 años, en 1883, finalizó su Primera Sinfonía en Do menor titulada Sagrada.
Junto con Gustavo Ernesto Campa, Juan Hernández Acevedo y Pablo Castellanos, fundó el Instituto Musical Campa Hernández Acevedo, donde impartía clases teóricas y prácticas de piano. Para entonces, Ricardo Castro era ya muy famoso, tanto en México como en el extranjero, por sus composiciones y su virtuosismo como intérprete.
También fue fundador, al lado de otros compositores, de la Sociedad Anónima de Conciertos, con la cual estrenó varias obras para piano y orquesta y de la Sociedad Filarmónica Mexicana, creada para la difusión de la música de cámara.
En 1903, al término de un concierto, el poeta Amado Nervo dio a conocer que, en nombre de la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública, encabezada por Justo Sierra, el gobierno del general Porfirio Díaz le otorgaba al pianista una beca de cinco mil francos mensuales para que en París se perfeccionara.
Permaneció tres años en Europa donde varias de sus piezas fueron publicadas por casas editoras de París, Berlín y Londres, además de la Casa Wagner.
Al volver a México, en 1906, fue nombrado director del Conservatorio Nacional de Música y Declamación por Justo Sierra, asumiendo el puesto desde el 1 de enero de 1907 hasta el día de su muerte, el 28 de noviembre de ese año.
Con motivo del 150 aniversario de su natalicio, en 2014, se hizo la reposición del segundo acto de la ópera Atzimba —a cargo del compositor Arturo Márquez—, partitura que se perdió en 1957 durante la presentación que se hizo de la obra, con motivo del cincuenta aniversario de su fallecimiento.
Ricardo Castro es figura clave entre los pianistas de finales del siglo XIX y principios del XX. A decir de varios investigadores e intérpretes, aún hay mucho por descubrir en su obra.