Reabre el palacio Pitti con exposición de Giovanna Garzoni
El palacio Pitti reabrió sus puertas con la exposición dedicada a la artista barroca Giovanna Garzoni (Ascoli Piceno, 1600-Roma, 1670), famosa por sus miniaturas refinadas en pergamino al temple. La curaduría es de Sheila Barker (directora fundadora del Programa de Investigación Jane Fortune para Mujeres Artistas).
La muestra La grandeza del universo en el arte de Giovanna Garzoni analiza la obra de la creadora con relación a su tiempo. Garzoni provenía de una familia acaudalada de mercantes y creció en Venecia, donde aprendió el de la caligrafía y la técnica al óleo. Se casó con el retratista veneciano Tiberio Tinelli en 1622, pero anuló su matrimonio dos años después, para tomar votos de castidad.
Viajó como pocas mujeres de su tiempo, al servicio de las cortes Europeas en Florencia, Nápoles, Turín, Francia e Inglaterra, en la Corte del rey Carlos I, a la que llegó, tal vez, con Artemisia Gentileschi en 1638. Ahí entró en contacto con el arquitecto Inigo Jones.
Se cree que Garzoni conoció a Artemisia en su primera estancia en la Corte de los Medici, en 1620, y que se rencontraron en Nápoles en 1630, cuando acudieron al llamado del duque de Alcalá. Tales experiencias nutrieron a Garzoni de estímulos y herramientas para desarrollar un trabajo exquisito, con lo último en arte y en ciencia a su alcance. El gusto por la miniatura y el exotismo fueron típicos del coleccionismo del siglo XVII, y su obra fue apreciada y pagada a alto precio por su calidad y originalidad, lo que le permitió vivir de forma holgada hasta su muerte.
Sus famosas naturalezas muertas son fruto de una tradición que comenzó a afirmarse en el norte de Europa a finales del siglo XVI, gracias a la curiosidad que despertó la flora proveniente del comercio global, lo cual estimuló el nacimiento de la botánica. Garzoni probablemente conoció obras de Jacopo Ligozzi en su primera estancia con los Medici, además de la Syntaxis Plantaria, de Federico Cesi. Con gran probabilidad pudo observar plantas o insectos con lupa y los primeros microscopios en la Academia de los Linces, a la que pertenecía su protector, el erudito Cassiano dal Pozzo.
En este tiempo nació también la entomología. Hasta entonces, los insectos habían sido considerados seres imperfectos nacidos de materia putrefacta, a partir del libro De animalibus insectis (1602), de Ulises Aldrovandi, y el Theatrum insectorum (1634), del inglés Thomas Muffet, que iniciaron los estudios de tales invertebrados. Los insectos están presentes en la obra de la artista, que debió haber estudiado también la flora con auxilio de los entonces novedosos lentes ópticos.
Nacieron así sus primeras ilustraciones de botánica, entre las que destacan el Libro di piante varie, conservado en Dumbarton Oaks (Washington), compuesto por 50 acuarelas realizadas con un propósito puramente científico.
Fue durante su permanencia en Turín (1632-1637) cuando empezó a pintar naturalezas muertas, mientras estaba al servicio de la duquesa de Savoia, donde se encontraban las obras de la artista Fede Galizia, entre otros. Ahí realizó uno de sus primeros retratos ovales en miniatura al noble etíope Zaga Christ, quien visitó la Corte.
Realizó sus obras más conocidas durante su segunda permanencia con los Medici, en Florencia (1642-1652), al servicio de Ferdinando II y Vittoria della Rovere. Son piezas pobladas de flores, frutas, insectos y objetos provenientes de los lugares más lejanos del planeta. Ello demuestran la variedad y el gusto por objetos raros de países lejanos que siempre atrajo al coleccionismo de los Medici.
La obra de Garzoni los incluye volviéndose a su vez parte de la wunderkammer o cuartos de maravillas de la Gran Duquesa, que contenía objetos raros que despertaban asombro, e incluidos en la exposición. Se muestran algunos objetos presentes en los cuadros, o bien otros que conformaban estas colecciones. Entre ellos cabe mencionar dos ejemplos de arte mexicano del siglo XVII de la colección de los Medici: un bucchero naranja de Guadalajara y dos copas de coco, ambas con acabados en filigrana de plata, para adecuarlos al gusto europeo.
Garzoni cumple en su obra la misma occidentalización al incluir en sus pinturas objetos no europeos, que tradujo al gusto local para hacerlos aceptables. A diferencia de las naturalezas muertas nórdicas en estado de descomposición que remarcan la precariedad de la vida, las flores y las frutas de Garzoni, aparecen vivas, se antojan y despiden aromas.
Elige para sus floreros especies autóctonas, como lavanda, y rosas mezcladas con flores exóticas del mundo, desde cempasúchiles de México, tulipanes de Turquía, jazmines sambac de Arabia Saudita y flores de banano de Filipinas. Algunos de los floreros representados son de porcelana Ming de China, y están acompañados, en algunos casos, por objetos exóticos, como conchas marinas de Centroamérica, entre otros.
En la fase final de su actividad, Garzoni realizó obra textil, cuyo único ejemplo existente es un antipendio floreado (1647) para el altar central de la Basílica de Santa Maria Novella, en Florencia, de cuatro metros. Está hecho con flores pintadas al óleo, recortadas y pegadas sobre lino.
En su vejez, Giovanna se asentó en Roma, donde fue miembro honorario de la Academia de Bellas Artes de San Luca. Fue sepultada en la iglesia de San Luca y Martina de la institución.
La muestra, que debió inaugurarse en marzo, fue recortada para ser vista únicamente por un mes; concluye el 28 de junio.