Zacatecas, tan cerca del sueño americano y tan lejos de su realidad

by Alberto Amador

 

A pesar de que la aportación de los migrantes a Zacatecas superaría más de la mitad del  presupuesto asignado por la federación, con un aproximado de 18 mil millones de pesos, no es tangible la mejoría de los espacios ni la calidad de vida de los zacatecanos; el día de ayer, se llevó a cabo la celebración del Día del Migrante Zacatecano y habría poco que celebrar.

 

Zacatecas, debido a la precariedad de los trabajos y la falta de ingresos se ha convertido en un estado binacional; actualmente en la entidad viven más de 1 millón 500 mil habitantes, mientras que en Estados Unidos de América, se estiman más de 1 millón 600 mil zacatecanos, hecho que propone una amplia reflexión.

Se estima que al estado sólo en 2017 ingresaron a México 28,771.3 millones de dólares en remesas que significarían 947 millones de dólares sólo para la entidad, colocando a Zacatecas como segundo lugar en la recepción de remesas percapita, con 590 dólares.

 

Esto, en cuentas burdas, representa más allá de 18 mil millones de pesos que serían inyectados directamente a la economía local y sin restricciones presupuestales como las que ejerce el gobierno; siendo así, ¿por qué Zacatecas no avanza?

 

Un día como migrante

 

Todavía no llegaban las 5:30 am cuando la cafetera de la casa chillaba;  me encontraba a unas millas de una de las ciudades con más movimiento económico de Texas, la tierra de la inversión y del petróleo. Red Oak, en una zona que pocos migrantes acceden.

 

Estaba de visita en casa de un par de tíos; él, Juan G, se dedica a la construcción, aplicación de Tablaroca, texturizado y otros procesos que se emplean en la edificación de edificios y hoteles. En ese momento no entendí mucho, pero estaba emocionado.

 

Me sentía privilegiado; me habían contado que vivir como migrante signfica, en el mejor de los casos, dormir en el suelo y compartir casi hasta la cobija; yo podía dormir en una cama amplia y en una casa con “clima”; no se sentía ni frío ni calor. Todo era de ensueño.

La salida no fue puntual, pasaban las 7 am y era un clima templado, era agosto, después me enteraría qué es la canícula, pero esa es otra historia…

 

Eran casi las 7:30 am cuando nos detuvimos en un restaurante de cadena internacional, con una gran M; nos bajamos, yo me encontraba desconcertado, lo más inusual que había desayunado fue pizza una vez, nunca pensé en que mi primer alimento fuera una hamburguesa, pero no fue así.

Este restaurante era 24 horas, a esa hora había por lo menos 4 comensales y llegaron otro par más en los 2 minutos que tardaron en atendernos. Pedimos English Muffins con huevo, “sausage” (salchicha italiana)  y papa hashbrown… delicioso, pensé, pero no… aguanté por el café de mediana calidad…

 

Recorrimos el FreeWay 35 north; compramos un paquete de más de 20 botellas de agua y algunas bebidas deportivas, ignoraba por completo lo que habría de venir.

 

Casi una hora y treinta minutos de camino, donde discutimos y analizamos la economía de Zacatecas y cómo hace falta coadyuvar para que el gobierno y los migrantes puedan hacer algo por el campo, que hace falta tecnificación y muchas cosas más…

 

Pasamos los rascacielos y los grandes puentes colgantes de esta impresionante ciudad, hasta que llegamos a Irving, una serie de edificios en construcción con más de 10 pisos, con vista a un lago precioso; tenía espacio para colocar algunos yates en la parte posterior.

 

El edificio, según indagué llevaba apenas unos meses; a la cuadrilla de Juan le tocaba colocar las bañeras. Realmente, en mi vida yo me había acercado a una construcción, allá es obligatorio ir vestido con algún chaleco o una playera de color llamativo y por supuesto usar casco.

 

La construcción todavía no contaba con escaleras “formales” así que con algunas hechizas se subía el material y demás enseres necesarios. A las 10 de la mañana ya sobrepasaban los 35 grados centígrados y la temperatura seguía subiendo.

La deshidratación era inminente, por ello las bebidas energéticas y las aguas. El subir y bajar las escaleras, hacía que el trabajo fuera más pesado, pero eso no podría ser lo peor, sino la indiferencia con la que te trataban los demás compañeros de otros ramos; aunque se percataban de que no era fácil subir o bajar el material, nadie echaba la mano.

 

Yo intenté por cortesía apoyar a algunos compañeros, pero era ignorado. Cabe destacar que yo era un mero desconocido y ellos tal vez llevaban meses o años trabajando juntos; algunos eran centroamericanos y caribeños, pero la mayoría mexicanos.

 

La música era regional mexicana, se escuchaba la banda y a veces a Vicente Fernández, algunos entonaban las canciones con mucho sentimiento.

 

Rogaba porque llegara un descanso, después de haber estado de cuclillas y de rodillas (hincado en pedazos de aserrín que parecían los mismos clavos de Cristo -o eso me imaginaba- cuando se enterraban en mis rodillas).

 

Al principio era inminente bajar por agua cada vez que sentía una sed imperante; cuando estaba escurriendo de sudor por el intenso calor. Pero, después de la quinta vez de haber bajado, las piernas se acalambraban. Sí, parecía el infierno. El primer día como migrante.

 

No encontraba a qué santo rezarle; qué virgen invocar que me ayudara a terminar las labores que se me habían asignado. A la hora del “Lunch”, una camioneta con muchos antojitos mexicanos se acercó y alimentó a todos los compañeros de la construcción, mientras que a mí me llevaron pizza. Nunca es demasiado temprano para comer pizza, pensé nuevamente.

 

Después de un breve descanso, subí hasta el quinto piso nuevamente y mis piernas no respondían, pensé: “qué afortunado soy, sólo vengo de visita”, porque sino fuera así, difícilmente podría detenerme a intentar caminar de nuevo.

 

Recibo una llamada y era Juan, me comenta que había dejado imperfecciones en las medidas que me dejó y que debía bajar a rendir cuentas; no miento, mi cuerpo casi se desploma.

 

Después de haber subido y bajado unas 5 veces más, mis piernas seguían sin responder pero se llegó la hora de irnos a casa.

 

Al momento de subirme a la camioneta nuevamente caí en cuenta cuán afortunado soy de que mis padres pudieran apoyarme para salir adelante en México; no puedo decir que esto de la construcción sea un trabajo denigrante, pero no para mí.

 

Juan lleva más de 40 años dedicándose a esto, contrata personal de Zacatecas porque quiere “echarles la mano” y quiere ver un mejor estado. Él ha intentado invertir en campo y su tecnificación, pero le va mejor allá…

 

Ahora, aunque añora vivir en México, tiene una hija y una esposa a la que quiere darle una gran calidad de vida que tal vez en Zacatecas no podría…

 

Regreso a la Realidad

 

Según la política laboral de Estados Unidos y especialmente en Texas, los salarios se rigen conforme a un salario mínimo; en este estado serían un aproximado de 7,25  dólares la hora; en algunos estados llega a 10 o 13,5.

 

Una comida en cualquier establecimiento de Fast Food, completa, accesible para cualquier estadounidense o migrante, va de los 3.5 y 7 dólares, lo que significa, que con trabajar sólo 1 hora, puedes tener tus alimentos.

 

En cambio, en México, el salario mínimo en la zona que se encuentra Zacatecas es de 88.36 pesos diarios, lo que alcanzaría para comprar 750 gramos de carne de res que cuesta entre 120 y 140 pesos el kilo. O apenas 6 kilos de tortilla.

 

En el último entregado por el gobierno del estado, se presumen la generación de más de 15 mil empleos, sin embargo, 6 mil 292 son de manufactureras, los cuales entregan a sus empleados sólo 2 salarios mínimos diarios, dejándolos en total precariedad.

 

¿A dónde se van los ingresos migrantes?

 

En este tenor, los migrantes en Estados Unidos obtienen un promedio de entre 400 y mil dólares por semana, según algunos sondeos realizados por este medio de comunicación, por lo que las familias terminan recibiendo entre 200 y 400 dólares semanales, que servirían para solventar los gastos que se ocasionan frecuentemente.

 

El hecho de que las remesas sean tales, sólo viene a resanar lo que en Zacatecas hace falta, dándole una economía solvente.

 

Ayer se celebró el Día del Migrante Zacatecano, donde confluyeron más de 15 federaciones (o grupos organizados de migrantes) de diversos estados de la Unión Americana; han mostrado su preocupación por las acciones migratorias de Trump y sus posibles repercusiones.

 

 

Aunque no existe un dato preciso, la Secretaría del Zacatecano Migrante (Sezami), en días pasados entregó 267 apoyos a compatriotas deportados que ya sufren los estragos migratorios; se espera que con estas medidas del presidente norteamericano lleguen más como ellos.

 

A pesar de que aquí no se toman en cuenta los Dreamers (o soñadores) que son jóvenes que fueron llevados desde pequeños a Estados Unidos y su situación pende de un hilo, es una constante ver cómo poco abona lo que sucede en México para adoptarlos.

 

Migrantes, nada que celebrar

 

Zacatecas es binacional, pero los lazos se pierden de a poco, sólo programas como Corazón de Plata mantienen vivas las esperanzas de las familias, que esperan, pronto vuelvan a reunirse.

 

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