La pobreza tiene género. 

 

 

¿La pobreza tiene género? Me atrevo a lanzar esta pregunta, pues en un primer momento podríamos decir fácilmente que no, que ser mujer u hombre no define la pobreza, si no el contexto en el que te encuentres.

 

Esta respuesta parece lógica y más cuando el promedio nacional de personas en extrema pobreza es de 8.5%, mientras que el promedio para las mujeres es de 8%, esto de acuerdo con datos del CONEVAL, no parece una cifra desproporcional o que arroje datos que indiquen alguna relación entre género y pobreza extrema.

 

Sin embargo, para dar respuesta a la interrogante arriba señalada no basta con este dato, el análisis de la pobreza con perspectiva de género nos invita a observar otras peculiaridades de las personas que viven en situación de pobreza, pues es en estás donde encontraremos algunas pistas para establecer si existe o no una relación con el género y la pobreza.

 

De acuerdo con datos de este mismo informe realizado es indispensable tomar en cuenta los indicadores de carencia social:

Carencia por acceso a la seguridad social.

Carencia por acceso a los servicios de salud.

Carencia por acceso a la alimentación nutritiva y de calidad.

Rango educativo.

Carencia por acceso a los servicios básicos en la vivienda.

Carencia por calidad y espacios de la vivienda.

 

En cuanto a la seguridad social, las estadísticas establecen que el 33% de las mujeres no cuentan con seguridad social, en este sentido, se debe tener en cuenta dos factores el primero es que más del 50% de las mujeres se encuentran inmersas en el trabajo informal, donde no pueden acceder a prestaciones básicas como servicios de salud, vivienda, fondo de ahorro para el retiro.

 

El segundo factor que determinan la diferencia es justamente es el índice de jubilación, este para mujeres es de 12%, mientras que para hombres es de 33%, es decir, las mujeres se encuentran mayormente expuestas para vivir una vejez en situación de pobreza en comparación con los hombres, esto debido al alto índice de trabajo informal.

 

Por otro lado, otra de las carencias que devienen en forma de cascada debido al alto índice de trabajo informal en mujeres es de acceso a los servicios de salud, pues 17 millones de mujeres en nuestro país no tiene acceso a estos servicios.

 

Por otro lado, 11 millones de mujeres no cuentan con acceso a los servicios básicos en la vivienda, este indicador se refiere a agua, electricidad, drenaje, etc., no debe dejarse de lado que estas condiciones se exacerbaron con la pandemia de COVID-19, pues justamente estas carencias se convertían en detonadores para adquirir la enfermedad, es difícil llevar a cabo las medidas sanitarias como lavado frecuente de manos si no cuentan con agua en casa.

 

Finalmente, con carencias por acceso a la alimentación se tienen 14 millones de mujeres, otros de los factores que deberían de tomarse en cuenta para este tipo de estadísticas es el de mujeres embarazadas o lactando con esta carencia, sin duda a pesar de que los datos del CONEVAL realizan diferencias por sexo no toman en cuenta divergencias sustanciales debido al género.

 

Estos son solo algunos datos que en este breve espacio se pueden exponer, que denotan que la pobreza sin duda debe ser analizada con perspectiva de género y profundizarse en entender las diferencias del mismo fenómeno, pero con consecuencias diferentes tanto para hombres como para mujeres.

 

 

 

16 de agosto de 2021,

M.F. María del Carmen Salinas Flores.

Tesorera del Senado de la República.