Incendio en Ichkabal destruyó antigua decoración en estuco

El incendio forestal que durante poco más de un mes se mantuvo activo en la zona arqueológica maya de Ichkabal, en Quintana Roo, destruyó la decoración del principal edificio monumental del sitio (conocido como E4), elaborada en estuco, la cual mantenía su policromía y tenía una antigüedad de por lo menos 2 mil 400 años.

Además, se estima que la afectación al patrimonio natural en la poligonal del sitio prehispánico (que se ubica a 40 kilómetros de Bacalar), fue de entre 30 y 35 por ciento.

“El basamento de la estructura E4 y el entorno resultaron muy afectados. El fuego atacó el conjunto principal de Ichkabal, su área monumental conformada por seis edificios distribuidos alrededor de una plaza de siete hectáreas. El edificio más alto es el E4, tiene 46 metros de altura, el incendio le llegó del lado oriente y afectó su basamento y fachada oriente, se extendió a la fachada norte y continuó hacia parte de su fachada poniente.

Las brigadas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Comisión Nacional Forestal (Conafor), Protección Civil del estado, voluntarios, así como equipo aéreo, pudieron contener el incendio, pero en el caso del E4 se afectaron los techos de protección que se encontraban en las fachadas norte y sur, donde exploramos los cuerpos superiores de la estructura y donde se encontraban los decorados con estucos y policromía en rojo, detalló la especialista.

También resultó muy afectado el entorno natural; por ejemplo, la aguada de los cocodrilos, continuó la arqueóloga. Se trata de un reservorio de agua que se encuentra asociado al área monumental y tiene una extensión de una hectárea; estaba seco, pero toda la vegetación se quemó. En total son 4 mil 200 hectáreas afectadas, distribuidas en una superficie de 10 mil hectáreas.

La zona arqueológica de Ichkabal está proyectada para equipararse a Chichén Itzá. Debido a su monumentalidad que ofrece vestigios de asentamiento del periodo preclásico, “tiene las condiciones propicias para el estudio de la organización política, económica y social que tuvieron los mayas en esa región, análisis relacionado con su vecino más cercano, Dzibanché, sitio en el que la dinastía Kaanu’l se asentó por al menos dos siglos, y cuyos orígenes creemos se encuentran en esta zona”, considera Balanzario.

Sin embargo, antes de pensar en la apertura del sitio al público, y luego del siniestro, tenemos varias labores que realizar: primero la restauración, la conservación y la reforestación, lo cual se comenzará a realizar en cuanto se cuente con los recursos del seguro contra desastres naturales del instituto y en coordinación con el ejido de Bacalar, dijo el arqueólogo Margarito Molina, delegado del INAH en Quintana Roo.

El especialista advirtió que si bien el tema de los incendios en la región no es nuevo, pues suceden desde la época prehispánica. Se trata de un problema que se ha incrementado los recientes años debido al cambio climático, factor muy preocupante para la protección y conservación del patrimonio cultural arqueológico en Quintana Roo.

Añadió que los incendios y los huracanes son dos elementos que de manera constante amenazan y afectan los sitios arqueológicos del sureste de México, por ello “como institución, el INAH debería incrementar las medidas de protección y tener estrategias más claras para enfrentar estos problemas.

Respecto de los estucos que se perdieron, por fortuna los investigadores tenían documentados los aplanados, y por suerte el incendio no llegó a la fachada poniente, donde se encuentran mascarones, también de estuco, concluyó la arqueóloga encargada del sitio.