Día de Muertos, unión entre el pasado y presente
Texto: Crew Átomos
Fotos: Cortesía
México.- El Día de Muertos es una de las celebraciones más icónicas de México que atribuye a la diversidad cultural y a las manifestaciones que unen el pasado y el presente en rituales llenos de significado.
De acuerdo con Fray Diego Durán, existen dos rituales nahuas dedicados a los muertos: Miccailhuitontli o Fiesta de los Muertecitos, conmemorada en el noveno mes, equivalente al mes de agosto en el calendario gregoriano y la Fiesta Grande de los Muertos, celebrada al mes siguiente.
Los indígenas concebían a la vida y la muerte como un concepto dialéctico. De acuerdo con fray Bernardino de Sahagún, los antiguos decían que cuando morían no perecían, sino que comenzaban a vivir de nuevo. La muerte era parte de un ciclo constante.
Asimismo, concebían a la siembra como un ciclo en el que debían cosechar los frutos para volver a esparcir las semillas. Temían que durante estos meses la siembra muriera pues era un tiempo de transición entre la sequía y la abundancia. El final del ciclo del maíz.
En la mayoría de las regiones mexicanas este es el momento de la cosecha. Para continuar el ciclo, se buscaba compartir con los ancestros el fruto de la siembra. Era un ritual de vida y muerte en el que presentaban sacrificios y ofrendas (por lo general cacao, dinero, cera, aves, frutas) para que la sementera creciera nuevamente.
El 1 de noviembre también se conoce como el Día de Todos los Santos y el 2 de noviembre como el de los Fieles Difuntos. De acuerdo con la historiadora Elsa Malvido, la celebración de Todos los Santos fue promovida por el abad de Cluny en el siglo XI con el objetivo de conmemorar a los Macabeos. Más tarde la iglesia romana adoptó la fecha y se mantuvo vigente.
En esta celebración, iglesias y conventos exhibían reliquias, restos y tesoros a los que los creyentes les ofrendaban oraciones para obtener el perdón y evitar su entrada al infierno.
En la celebración del Día de Muertos, la muerte no remite a una ausencia sino a una presencia viva; la muerte es una metáfora de la vida que se materializa en el altar ofrecido: quienes hoy ofrendan a sus muertos serán en el futuro invitados a la fiesta. En este sentido se trata de una celebración que conlleva una gran trascendencia popular en tanto comprende diversos ámbitos de significación, desde los filosóficos hasta los materiales.